"Petrucciani tenía una enfermedad muy rara, se llama huesos de cristal. Su abuelo era napolitano, y en el infierno de su condición encontró la belleza, la fuerza para ser mejor. Fue capaz de crear algo único. No como un freak que tiene éxito; era independiente de su estado físico. No era un fenómeno de feria. Escuchas un disco suyo y notas un talento infinito. El infierno mejoró su talento, le empujó a ser mejor. Tenía siempre alrededor un montón de mujeres, decía que le dejaban porque las engañaba. Estaba lleno de vida y era un ser monstruoso. Tuvo un hijo y le contagió la enfermedad. Explicó que él había tenido una vida maravillosa y no tenía porqué impedirle vivir una vida semejante. Hay un vídeo en Youtube en el que su hijo toca el piano sentado en sus rodillas. Es como si hicieran el amor solo que en público.
P. ¿Y él cómo tocaba el piano si sus huesos se rompían?
R. Desde el parto vivió con el cuerpo enyesado, todo salvo las manos. Por eso entendió que tenía que hacer algo con las manos. Su abuelo le enseñó a tocar la batería. Luego se fue a América, a una comunidad hippie, y era el enano que todos usaban para los juegos eróticos. Empezó a tocar el piano y un día se encontró con el saxofonista de Keith Jarrett, que había dejado la música y era cartero. Tocaron juntos, hicieron un disco mítico que cambió la percepción del jazz. Luego se murió de una pulmonía. Al romperse tantas veces la caja torácica, tenía los pulmones llenos de cicatrices. Es una historia increíble. Le miras y piensas que no tiene nada que ver con la belleza. Lo escuchas y entiendes cómo transforma lo que es en belleza."
(ENTREVISTA A ROBERTO SAVIANO EL PAIS - 30/06/09)
No, lo siento, pero me niego a suscribir ese comentario de Roberto Saviano sobre el excelso pianista. Creo que es poco riguroso y demasiado efectista aún tratándose exclusivamente de un fragmento de la entrevista que se hace al autor napolitano después de haber publicado su último libro.
Petrucciani no aceptaría que lo tomasen como un fenómeno de la naturaleza ni que lo tomasen como modelo de superación, aunque él mismo hubiera tenido que superar las pruebas más duras a las que se puede someter un hombre que nació y vivió enfermo. El hubiera querido que únicamente lo valorasen como músico de jazz. Un pianista de jazz incomparable, que forma el tercer vértice de ese triángulo singular en el que habría que colocar también a Bill Evans y a Keith Jarrett. Es verdad que lo pasó mal, pero fue salvado por el poder de su arte y el escandaloso prodigio de sus poderosas manos. Más allá de la mitología enternecedora, lo realmente importante en este caso es su música cautivadora y envolvente. Así lo pienso yo.