31 ago 2011

Zaz: otra musa en Montmartre

Una chica con una fantástica voz ronca, acompañada por guitarra y contrabajo, da muestras de su poderío en la entrada de uno de sus vetustos locales del legendario y ahora turístico Montmartre. No hay nada espontáneo, no son músicos callejeros, aunque lo fueran en su momento. Se trata de una de esas sesiones acústicas organizadas por la revista L'ExpressEn escena la gran sensación musical de la temporada. Tranquilos, no debéis asustaros, estamos hablando de Francia donde las cosas son diferentes. Al menos en el terreno musical.
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Zaz es el nombre artístico de Isabelle Geffroy, una cantante de 31 años que publicó su primer y único álbum en el 2010. Como era una chica aplicada comenzó en el Conservatorio de su ciudad natal, Tours, donde aprendió a tocar diversos instrumentos antes de descubrir sus tremendas dotes vocales. Más tarde, como era una chica lanzada, formó parte de diversos grupos:  una banda vasca con la que recorrió el centro y el sur de Francia; un grupo de rock latino llamado Don Diego , donde adoptó su seudónimo actual; y también  en grupos  de jazz o rap. Puro mestizaje musical adobado por largas giras que le llevaron a lugares tan diferentes como Colombia, Japón o a atravesar toda Rusia desde el lejanísimo Vladivostok. Como era una chica permeable supo llevar a su estilo todo lo que iba encontrando por el camino sin perder nunca su perspectiva. Con ella no han podido ni fronteras físicas, ni musicales, ni escenográficas. Antes del éxito actual había actuado indistintamente en grandes recintos, en pubs o en incluso en la  propia calle, tal como aparece en estos vídeos.  Antes del 2010 ganó algún premio importante y empezó a ser admirada en los corrillos musicales franceses con ese grandilocuencia a la que son tan adictos en aquellos pagos: "La rumeur enflait depuis quelques semaines : Zaz, c'est une sacrée voix, et ce sera la révélation de l'été ! ". 
Pero Zaz además, es una chica inteligente y se tomó su tiempo hasta publicar su primero y hasta la fecha, único álbum. Un álbum que lleva su propio nombre. Era Mayo del 2010 y desde entonces el éxito ha sido extraordinario. El disco no ha dejado de sonar y sonar primero en su país, luego en los países francófonos  y finalmente en el resto de Europa. Sobre todo este tema compuesto por su productor Soltani Kerredine, aquí con subtítulos en español.


También hay composiciones de la propia Isabelle, del cantante Rafael Haroche y una hermosa versión de de otra musa inolvidable del viejo Montmarte, Edith Piaf.

Para Isabelle Geffroy  es hora de recoger premios y éxitos. Puede mirar atrás sin remordimiento. Es joven pero se lo tiene merecido. Ha recorrido una larga ruta para llegar a Montmartre.

25 ago 2011

Un mundo para Ray Nance

"Ray Nance nunca ha desafinado en su vida y ello lo convierte en único entre los artistas dedicados a la libertad de expresión en la música.
Cantante...

violinista...

cornetista...

y bailarín, ¡Ray lo tiene todo!
A pesar de lo brillante de sus solos, el éxito nunca se le subió a la cabeza.
Se trata de un artista nato y no hay trompetista que aborde el fraseo improvisado del "Take The A Train" sin caer en algunos de los pasajes originales ejecutados por Ray Nance en la primera grabación del tema.

Ray se unió a la banda en 1940 y estuvo con nosotros más de veinte años. ¿Qué más puedo deciros acerca de un hombre corto de estatura pero que destaca como un gigante sobre sus colegas y competidores?. Tan solo hay un Ray Nance en el mundo.
(DUKE ELLINGTON - La música es mi amante)

19 ago 2011

Tok Tok Tok: nunca te agostarás por escuchar una música más.

Desde Friburgo, la ciudad más soleada de Alemania y territorio de conquista para múltiples invasores, un grupo que desde 1998 ha sabido romper las fronteras musicales desde dentro. Soul, jazz, y versiones calientes de viejos temas pop a cargo de una cantante excepcional de origen nigeriano, Tokunbo Akinro ; Morten Klein, saxofonista de larga experiencia es su alter ego; Christian Flohr les acompaña desde el bajo, Matthias Meusel pone los ritmos en la batería y Jens Gebel crea atmósferas en los teclados. 
Soleadas levedades que saben conquistarnos.





10 ago 2011

Cuando a la música le salen burbujas

He dedicado varias entradas a ese género musical dicharachero, voluble y a veces casi inaprensible llamado Jump blues -desde aquí podéis acceder a la etiqueta-. Para esos señores de pipa y lupa, sofisticados hasta la nausea y que piensan que oír música es un ceremonia mística que les puede levantar de sus sillones acolchados hasta subirlos por los aires y alcanzar cierta forma de levitación; el jump blues no deja de ser una música mestiza y comercial, alimento de juke-box y producto de las necesidades de baile de la población, especialmente la de color, después que las orquestas de swing echaran el cierre tras la crisis económica propiciada por la Segunda Guerra Mundial. Una visión simplista y clasista que dando la vuelta a aquella famosa frase de Unamuno  parte de la falsa idea, tan cultivada por la intelectualidad occidental, "de que todo lo que no es vanguardia es plagio".  
Mezcla de blues, boogie woogie, swing y con toques del naciente rhythm and blues, aquellos instrumentistas y cantantes intentaron prolongar el viejo sonido de las big bands en grupos más pequeños donde el saxo o el piano eran los reyes y maestros de la función. A la manera sudeña y con su toque gospel de llamada y respuesta, en la tradición del swing blues desarrollada por las orquestas de Count Basie, Jay McShann, Lionel Hampton o Lucky Millinder. Un buen ejemplo puede ser dos saxofonistas amamantados entre las huestes del gran Hamp y que con el tiempo se convertirían en figuras indiscutibles del jazz convencional. Me refiero a  Illinois Jacquet o su casi alma gemela, Arnett Cobb.


Nombres respetados por la crítica sibarita de jazz, que a fin de cuentas siempre quiere dictar sentencia. Luego están los grandes del género, los más reconocidos por el público y más  despreciados  por la ortodoxia. Casi todos han pasado por aquí en otras ocasiones: Louis Jordan, Cab Calloway, Louis Prima, Amos Milburn o el extraordinario Big Joe Turner, aquí acompañado por la orquesta del gran factotum del rhythm and blues, Johnny Otis
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Hubo más, muchos más, ya que el género asentó sus reales hasta que fue arrollado por un hijo malcriado llamado rock and roll. Un ejemplo puede ser Big Jay McNeely. Un tipo con una leyenda realmente graciosa ya que tenía la costumbre de tocar paseándose de un lugar a otro allí donde actuaba. En sus interpretaciones tumultuosas y en pleno éxtasis, salía fuera del escenario y tocaba desde la puerta del local o incluso en la calle.  Un día, la policía lo detuvo en uno de sus paseos y lo llevaron a la comisaria. Cuando volvió después de que alguien pagase su fianza, el grupo seguía tocando interminablemente  aquella pieza de marras y el bueno de  McNeaely no dudo en incorporarse de nuevo y seguir tocando la pieza como si no hubiera pasado nada.

Hay pocas notas, pocos acordes y muchos riff repetitivos pero a veces lo más simple, lo aparentemente mas facil,  nos llega más a fondo.
Por último, que en este apartado será siempre un por ahora, creo que no hay una orquesta que pueda representar mejor a este género mestizo que la de Lucky Millinder. Un personaje realmente curioso que ni sabía tocar, ni cantar y que inició su carrera como bailarín y presentador de shows en Chicago. A principios de los 30 ya tenía su propia  banda desde donde impulsó la carrera de jóvenes músicos como: Harry "Sweet" Edison, Red Allen, Eddie "Lockjaw" Davis o  el mismísimo Dizzy Gillespie. A mediados de los 40 se decanta por el naciente rhythm and blues y consigue encabezar la lista de éxitos cuando enrola en su banda a un gran cantante: Wynonie Harris . Luego siguió triunfando hasta su decadencia a mediados de los 50 en plena eclosión del rock and roll. A finales de los 30 y principios de los 40, antes de la eclosión del jump, contó en su orquesta con una extraordinaria cantante que era capaz de pasar sin pudor de la sacralidad del gospel a los temas humorísticos y ligeros del nuevo rhythm and blues. Me refiero a Sister Rosetta Tharpe.

1 ago 2011

R.L. Burnside: Últimos filones del viejo blues

Desconozco si los buscadores de viejos bluesmen utilizan alguna varita de zahorí para descubrir sus tesoros allá por las tierras pantanosas del Misisipi. Lo cierto es que después de la fiebre musicológica de John y Alan Lomax allá por los años 30, no ha dejado nunca de haber una pléyade de investigadores, editores discográficos, críticos o simples aficionados lanzados a la aventura de encontrar algún mineral precioso escondido entre las tierras empobrecidas donde pasa tan caudaloso río. La resurreción de Son House, de Mississippi John Hurt o de Skip James ha sido un buen acicate para estos cazadores de tesoros musicales. 
Cuando a principios de los 90, el crítico musical  Robert Palmer -no confundir con el cantante- decidió con su amigo el director Robert Mugge  hacer un documental basado en su libro sobre el blues del Delta titulado Deep Blues, apenas tuvo dudas a la hora de escoger a los músicos que mejor podían representar a aquel movimiento. Entre ellos tenía que estar R.L. Burnside.

El porche de una casa destartalada, viejos coches abandonados, una vieja guitarra barata y una cohorte de niños, parientes y gallinas ofreciendo un marco idóneo para otra gloria desconocida del blues del Delta. Las cosas no le iban bien al viejo R.L. Burnsdale a sus 66 años pero era lo acostumbrado. Su afición al blues siempre había convivido con los más variopintos oficios. Cuando marcho a Chicago en los 50 vivió en los suburbios y experimentó en sus propias carnes la violencia de aquellos tiempos. Perdió a su padre, a dos hermanos y a uno de sus tíos y desengañado decidió volver al Delta. Pero las cosas no le fueron bien, se vio implicado en una muerte y pasó cierto tiempo en la prisión de Parchman, como los viejos bluesmen de los 30. El blues le salvó de la desolación aunque no de la pobreza. Consiguió cierto reconocimiento a nivel local y fue figura invitada en diversas grabaciones y documentales realizados en las riberas del Misisipi allá por los 70 y 80. Un ejemplo es ésta grabación realizada por el legendario Alan Lomax en 1978:


Aquello no tuvo mayor trascendencia. No hubo reconocimiento para el artista incluso después de las grabaciones que realizó en los 80 con los folkloristas Mitchell y Evans. En ese estado de de  abandono  lo encontraron  Palmer y Mugge en 1992. El entusiasmo de estos hombres modificó su destino.
Un pequeño sello local del Norte del Misisipi, Fat Possum, le dio su gran oportunidad. Tras alguna grabación acústica, los productores decidieron que el sonido simple,  directo y minimalista de Burnside se acoplaba bien con la música tumultuosa y electrónica del grupo de garaje Jon Spencer Blues Explosion. Una apuesta arriesgada coronada con un éxito triunfal. De la vieja granja a los variados escenarios del nuevo rock alternativo e indie. Un salto brutal para el músico, que le permitió alcanzar una fama tardía, inesperada pero sin duda merecida. En compañía de aquellos jóvenes músicos o con sus viejos temas de siempre tocó la gloria con sus callosos y envejecidos dedos agarrándose a ella hasta su muerte a los 78 años en el 2005. Este es el tema que primero llamó la atención de sus descubridores y  le permitió cruzar el inestable umbral de la gloria. Está reinterpretado con toda  furia y ruido en su exitoso álbum con la Jon Spencer Blues Explosion.

Y la actuación estelar de:

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