30 may 2014

Ya nadie quiere al Duke

Quizás suene exagerado, pero uno tiene cierta sensación de indiferencia generalizada, observando lo poco que se ha hablado de una efemérides tan relevante como puede ser el 40 aniversario de la muerte de Duke Ellington.
En mi caso, no me enteré por la prensa, al menos no vi ninguna referencia al respecto, ni por un programa de radio especializado en esta música. Fue el gran Juan de Pablos y su imprescindible Flor del Pasión en una sus habituales conmemoraciones biográficas donde su espíritu abierto se amplia hacia territorios musicales no habituales. Éste fue el célebre tema de 1938 con el que ilustró la noticia.
El problema de Duke es su deslumbrante brillantez. Su absoluta maestría musical. Su creatividad inigualable. Su esplendoroso clasicismo. Duke Ellington es un clásico entre los clásicos que ha traspasado las intermitentes fronteras de su género musical llegando a cotas raras veces alcanzadas en la música popular. Duke Ellington es un genio de una música que él nunca reconoció como tal ya que renegaba de la palabra jazz y creía que no tenía sentido usar esa misma expresión para sonidos tan diferentes como los que predominaban antes o después de los años 40, con la llegada del bebop.

No, Duke Ellington no es un personaje satisfactorio para los amantes de las mitologías románticas del músico genial, de tortuosa vida y triste final. Él siempre se mantuvo al margen de esas idolatrías hacia los grandes perdedores revividos. Leer su autobiografía, La música es mi amante, no da satisfacciones extramusicales morbosas. Ahí habla bien de todo el mundo, aunque no deje de usar cierta ironía elegante y de buen tono. Duke no quiere darse a conocer en su autobiografía y opta por esconderse detrás de su fabulosa orquesta y su acicalado personaje. Aunque intuyamos que debajo permanezcan volcánicos conflictos.  
Hizo bien en no desvelarse, su música es la mejor expresión de si mismo y donde mejor se le puede entender. Pionero del swing primitivo, su estilo se va sofisticando y se hace más ambiental y sinfónico a lo largo de los años 30. Llega a su apogeo en dos años mágicos, 1940-1942, con la incorporación del joven arreglista Billy Strayhorn, el gran revolucionario del contrabajo, Jimmy Blanton y el saxofonista tenor Ben Webster. La temprana muerte del Jimmy cuando todo un mundo complejo de posibilidades se abrían alrededor no dejó de afectar a aquella big band y al propio swing, en general, que desde entonces asumió su inevitable decadencia como género diferenciado. Es entonces cuando Duke y su orquesta se despega del viejo blues y se lanza sin complejos hacia el territorio de la música orquestal pura, un desafío personal que tenía pendiente el músico de Washington.
En los primeros años 50 las orquestas de Count Basie y Duke Ellington luchan por la hegemonía dentro del territorio en retirada de las big bands. Basie ofrece lo que siempre supo hacer mejor que nadie:  ritmo y blues. Duke quería enriquecer su paleta musical con nuevas formas tomadas de la música clásica y por lo tanto no siempre comprendidas por la crítica y el público. Además los grandes músicos de la vanguardia jazzística, protagonistas del momento,  no desdeñan tener momentáneo acomodo en grandes big bands alternativas como las de Dizzy Gillespie, Stan Kenton o Woody Herman. Pero Duke no estaba acabado o perdido en busca de un quimérico más allá orquestal. Lo reveló cuando demostró sus enormes dotes de solista en la compañía de estrellas emergentes como John Coltrane, Max Roach o Charles Mingus.
El último Duke Ellington no es un personaje especialmente atractivo en un mundo musical donde la emoción y la rebeldía lo eran todo. Las múltiples giras por todo el mundo con su orquesta como embajadora musical, los premios a su larga carrera desde las más solemnes instituciones, sus visitas a la Casa Blanca, sus Conciertos Sacros...todo parece hacer del Duke un personaje más del stablishment cultural, pero creo que hay mucho más tras las elegantes apariencias. Estoy seguro que para entonces aún dentro de él bullía aquel jovencito de Washington que una vez soñó con convertirse en un grande y noble duque para que la gente acudiese a oír todo lo que tenía que mostrarles.

20 may 2014

Atrapando melodías entre palmas doradas

Este domingo, cuando ya sepamos el ganador de la Champions, habrá elecciones al Parlamento Europeo y  se entregará por 67ª vez el premio a la mejor película en el  Festival de Cannes. Un trofeo diseñado por Jean Cocteau para la edición de 1955 y que desde entonces es conocido como Palma de Oro.
 ¿Es el Festival de Cannes el gran festival de cine? ¿Es el festival al que van las mejores películas y dónde siempre ganan las más excelsas? 
He visto casi todas las películas ganadoras de Cannes entre el año 1959 y el 2013, me faltan cuatro cuando escribo estas líneas,  y puedo afirmar, sin dudarlo, que no es cierto. Las circunstancias políticas, sociales y culturales de cada momento han influido más de lo debido a la hora de elegir la mejor cinta del certamen. Y sin embargo, hay películas triunfadoras en Cannes que son consideradas unánimemente obras maestras del cine mundial. 
Pero este blog no es de cine. Pretende ir de música y canciones. Por eso me he permitido elegir algunas melodías de películas con Palma de Oro en Cannes y que han llegado intactas, al menos en nuestra memoria, hasta la actualidad. Es dificil elegir entre una lista tan larga, pero como tengo que seleccionar, me quedo con su época de esplendor entre finales de los 50 y mediados de los 60, momento en que los países todavía elegían los films a concurso y no los propios e interesados organizadores. 
Empecemos por al año 1959. Orfeo Negro es la adaptación francesa de la obra de teatro Orfeu da Conceição de Antonio Carlos Jobim que en su momento (1954) supuso el lanzamiento definitivo de la bossa nova. La película, que ganó posteriormente el óscar a la mejor película extranjera, tiene ese exotismo primitivista que tanto gustaba por entonces al público occidental. Eso sí, hay un puñado de canciones legendarias.

"Come here, Marcello, come here" y aunque Marcello, como buen latino, hace las debidas genuflexiones ante la belleza nórdica, la amargura se impone para descubrir que la gran fiesta de la vida siempre termina en la gran resaca. La Dolce Vita es de 1960 y la banda sonora es del magistral Nino Rota. Está dicho todo.
El gatopardo es una de las mejores adaptaciones cinematográficas que se hayan hecho de una narración literaria. Una película extraordinaria basada en una novela absolutamente deslumbrante. Pocas veces he disfrutado tanto leyendo y pocas películas han sabido estar a la altura de el original literario. Luchino Visconti era un director algo afectado y pretencioso cuando hablaba de la clase social donde había nacido, pero no en esta obra que ganó el Festival de Cannes en 1963 y cuya banda sonora también fue musicada por Nino Rota. Era todo tan bello. Desde siempre el cine francés, quizás la cultura francesa en general, se ha negado a someterse a las directrices estilísticas llegadas desde la gran potencia dominante. Por eso tuvo y tiene su propio cine negro, el polar, sus propias comedias y más recientemente su propio cine de acción. En los 60 lo intentó con los musicales y contó con un director, Jacques Demy y un compositor, Michel Legrand que tenían mucho que decir al respecto. En 1964 Los Paraguas de Cherburgo ganó la Palma de Oro y sus autores dejaron para la posteridad y nuestra nostalgia este comienzo otoñal. El resto es pura cursilería pero con gracia.
Un hombre y una mujer fue la célebre ganadora del festival en 1966. Una película de Claude Lelouch ribeteada por la historia de amor entre dos personas que comparten infortunios, sus respectivas parejas han muerto trágicamente, y el colegio de sus hijos. El final es el deseado. La música la pone aquí Francis Lai aunque todos sobre todo recordemos un tarareo.
Sexta y última propuesta, al menos por ahora. Blow-Up, ganadora en 1967, fue dirigida por Michelangelo Antonioni y la música la puso Herbie Hancock. Se trata entre otras cosas de un canto a eso que se llamó el Swinging London, es decir a esa "movida" cultural que agitó la capital británica a mediados de los 60 y que quedó marcado por hitos como la psicodelia, los mods, Carnaby Street, la minifalda, Twiggy o la de King's Road en Chelsea. Antonioni que siempre fue muy moderno y al que siempre le habían preocupado las formas de (in)comunicación entre las personas realizó una curiosa parábola de aquellos tiempos agitados y tan cambiantes que hoy en día todo aquello nos resulta extraño y desfasado. Puro vintage pero con mucha calidad. Esta es su música interpretada al vibráfono por Bobby Hutcherson.
Solo dos detalles para el recuerdo. La Dolce Vita fue estrenada en España el 28 mayo de 1981, 21 años después de su estreno. A la Santa Madre Iglesia no le gustaba lo que pasaba al otro lado de la ciudad en Vía Véneto y el gobierno español franquista se puso en posición de firmes. Por su parte Blow-Up se estreno a la muerte del Generalísimo junto a un paquete en el que estaban Viridiana, Amarcord, La naranja mecánica etc...

7 may 2014

Fe de carbonero

Este es un texto antiguo que ya he paseado por este blog. Ahora lo publico de nuevo ligeramente retocado y añadiéndole un vídeo. Le tengo especial cariño aún sabiendo de sus carencias. Al reponerlo, he pensado en todos aquellos que habéis tenido la gentileza de entrar en este rincón desde aquel ya casi lejano 2008 en que nació esta entrada y el propio blog.
  • Muchacho, eh, muchacho. Súbeme un saco de carbón, por favor.
  • Al momento, Miss Dolly
  • Has llegado pronto. Toma chico es para ti. 
  • ¡Hmmmm! Gracias, Miss Dolly, es usted muy generosa. 
  • Oye, hace días que vienes por aquí y quiero hacerte una pregunta. ¿Eres hijo de Mayann? Eres clavadito a ella. La conocí hace mucho tiempo en Perdido Street. La verdad es que entonces éramos inseparables. Trabajábamos juntas en...
  • No se preocupe, sé a que se dedicaba mi madre en Perdido Street
  • Eres espabilado ¿eh? Así son las cosas. Lo tenemos muy duro los negros pobres. 
  • Conmigo no pasará lo mismo. 
  • ¿Ah no? ¿Acaso te vas a hacer predicador o maestro?
  • Mucho mejor: sé tocar la corneta. Entraré en una banda y me haré famoso.
  • Eso no es muy seguro, hijo. Muchos músicos han acabado de chulos en este barrio o incluso pidiendo por las calles. Es todo tan triste.
  • Yo traeré la alegría a estas calles, Miss Dolly
  • Te veo con mucha fe, chico. Por cierto, si vas a ser famoso ya es hora de que conozca tu nombre para poder decir algún día que yo conocí al gran... ¿Cómo te llamas, muchacho? 
  • Llámeme Lou, el hijo de Mayann, su amiga. Con que diga eso es suficiente.

Y la actuación estelar de:

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