26 mar 2015

Pajaritos, pajarracos y otros plumiferos entonados

Huyo del vértigo de las alturas y vuelvo a pasear por tierra de pájaros en una segunda visita. Aquí abajo todo es más sólido, más fácil y tampoco está el horno para bollos viendo en que ha derivado esa tremenda tragedia aérea que nos ha conmovido a todos.
En la sesión anterior, (desde aquí a tiro de clic) terminé con un bien conocido blackbird, es decir con un mirlo, y en ésta voy a empezar con otro blackbird famoso, casi diría primordial. El tema fue compuesto en 1926 por Roy Henderson (música) y Mort Dixon (letra). Entre las anécdotas  más interesantes de una pieza con tan larga historia,  ésta en que fue usada por la propaganda nazi cambiando la letra en su versión alemana y dedicando el bye, bye al entonces rutilante Imperio Británico. Sin duda, la versión canónica es la de Miles Davis en el disco Milestone pero de ese mismo año, maravilloso 58, hay una enorme versión de su grupo en el Festival de Newport. Le acompaña el mismo elenco que hizo Kind of Blue: John Coltrane -que se sale-, Bill Evans, Paul Chambers, Jimmy Cobb y se supone que también andará cerca un silencioso Cannonball Adderley.
 
Ahora estamos en el Caribe, hemos volado a la mansión que se compró Bob Marley en el barrio más lujoso de Kingston ante el escándalo del exquisito vecindario que no llevaba bien las constantes alegrías festivas a las que se entregaba el maestro. Dice la leyenda, que por allí había tres pajaritos, canarios quizás, que se posaban en el alfeizar de sus múltiples ventanas. Esta versión fue desmentida por las chicas Wailers, el coro del grupo, ya que según ellas era así como las llamaba Bob cuando estaba cariñoso. Es un tema tan conocido como glorioso y eterno.
 
No sé si sabéis que Leonard Skinner, antes de ser homenajeado en Los Simpson, era un profesor de gimnasia de Jacksonville (Florida) que a principios de los 60 le hacía la puñeta a un grupillo de chicos rockeros que insistían en venir clase con pinta desaliñada, según el criterio académico en boga, y con un pelo increíblemente largo. El encontronazo debió ser de aúpa porque el grupo fue rebautizado como Lynyrd Skynyrd en tono de chanza, cuidando, eso sí ,en cambiar las vocales para evitar una posible denuncia por difamación.
Lynyrd Skynyrd es uno de los grandes grupos de rock sureño más allá de su famosísma Sweet Home Alabama. Aquí nos hablan de cierto pájaro libre justificando su despedida.

Para no ser demasiado exhaustivo, en roman paladino = "plasta", voy a terminar estos paisajes musicales con un pájaro señorial y legendario, quizás el más legendario, título de uno de los más célebres poemas de Charles Baudelaire que a su ves se inspiró en la Balada del Viejo Marinero de Samuel Taylor Coleridge.

Albatross es un tema instrumental de Fleetwood Mac cuando era un grupo que practicaba genuino blues rock, allá por 1968. Una maravilla de la mano magistral de Peter Green, la sutileza rítmica de Mick Fleetwood, el apoyo del jovencísimo Danny Kirwan y el bajo absolutamente imprescindible de John McVie. Para mí, un tema tan sereno y relajante como un bello atardecer de verano en una playa atlántica acompañado de la persona amada.

17 mar 2015

Mil horas con Cifu


Las redes sociales bullen, Radio Clásica emite todo el tiempo música de jazz y yo apenas sé que decir: Cifu ha muerto.

Mis intenciones para hoy pasaban por escribir una entrada lejana al jazz pero todo ha quedado al margen, Cifu me ha acompañado durante mucho tiempo y tenía que escribir algo en su recuerdo a pesar de que odio los obituarios y estoy con un puñetero lumbago. Maldita la gracia. 
Estareis escuchando un montón de historias más interesantes que las mías sobre este hombre tan importante para los que amamos el jazz, la música y cualquier otra forma de arte en general.
Surgirán nuevos datos y anécdotas sobre su biografía y personalidad, bellos lugares comunes, mucha tristeza y cierta sensación de orfandad que comparto.
Yo en estos casos prefiero ser púdico y hasta me da un poco de vergüenza comentar que conocí a Juan Carlos Cifuentes en los 80, antes incluso de aquel legendario programa de televisión que todavía tenemos en el recuerdo: Jazz entre amigos.
Esta era su sintonía y abajo la tenéis completa tal como la grabó en su momento la Orquesta de Woody Herman.

 
Me acerqué por primera vez al jazz radiado a través del programa que presentaba en Radio 3 su colega y amigo Paco Montes. Se titulaba Ésto es jazz. Luego llegó Cifu  desde la tele y ocupó todo:  por tierra, mar y aire.  
Fue la época en que en Radio Nacional desembarcaron los grandes estrellas de la radio  musical española que todavía permanecían en otras emisoras. Dos programas: uno en Radio 2, ahora llamada Clásica y otro en  Radio 3. Pero es que además estaban las fascículos, los discos con textos de presentación, los artículos, las conferencias, las presentaciones... 
Cifu pasó ser el jazz en España  así como el jazz pasó a ser Cifu.
Sólo conozco dos fenómenos parecidos: Félix Rodríguez de la Fuente con respecto a la fauna y en tono menor Fernando Jiménez del Oso con respecto a todo lo paranormal.
El programa de Radio Clásica mantuvo el título original de sus comienzos como locutor allá por marzo de 1971. Jazz porque sí  tiene - ¿he de decir tenía? - esta sintonía incomparable.

A todo jazz es o era el nombre programa de Cifu en Radio 3, últimamente en emisión los sábados y domingos a las dos de la tarde. Su entradilla procede del disco más emblemático del trompetista Lee Morgan. Boy, What a Night está  presente en The Sidewinder.

Hoy,
en Radio 3, hasta en los programas musicales más indies se escuchan temas relacionados con la música que idolatró Cifu. Más aún, en Radio Clásica, como escribí al principio, la programación entera está dedicada al jazz. Un hecho que por encima del triste acontecimiento  resulta paradójico. Normalmente la música clásica suele ser telón musical de fondo cuando se producen hechos luctuosos y de enorme gravedad. Ahora la muerte de un hombre provoca que toda una programación clásica derive hacia el jazz. Eso solo lo podía conseguir él. Sí, por muchas cosas diferentes mereció la pena pasar mil horas con Cifu.

10 mar 2015

Lonely Woman: el clásico de los irreverentes

Es sabido que Ornette Coleman fue el gran dinamitero del jazz a finales de los 50. Su concepción rompía con las viejas armazones musicales para buscar una sonoridad que siendo nueva conectaba con nuestra propia emotividad profunda y primordial. Ese era su secreto aunque entre sus seguidores prevalecía la habitual plaga de modernos, enterados y snobs. Su música era de una expresividad punzante y desgarradora lejos de la racionalidad intelectualoide y clasista que buscaba aquel público blanco ansioso de experiencias nuevas. Basta con escuchar, quizás de nuevo, aquellos discos primerizos de Ornette Coleman y su grupo. Por ejemplo cuando oímos su más celebérrimo tema, aquel con el que se abría su legendario tercer disco.

Sí, no deja de ser paradójico y un tanto aleccionador que el gran irreverente del jazz haya realizado un tema que los años han convertido en un clásico del canon jazzístico. Del más ortodoxo incluso. Ese que respeta la progresión de acordes o el equilibrado desarrollo de los  compases. Aquel que podía representar el Modern Jazz Quartet de John Lewis en aquellos años.


Es indudable, hay elegancia, clasicismo y precisión donde antes había desgarro y expresionismo. Vuelven las formas musicales a ocupar sus sitio y se sustituyen las ambigüedades por el rigor.
El jazz lo admite todo e incluso que Lonely Woman se convierta en lo que pudiera ser una banda sonora para una serie de televisión  cuando lo hace suyo un maestro tan desbordado como desbordante llamado, John Zorn.


Hay una interpretación muy interesante de Branford Marsalis en sus disco de 1987, Random Abstract. Es muy larga, 16 minutos, muy lenta, morosa y sumamente delicada. Merece la pena para quien tenga tiempo e interés.


En fin, que hay que volver a los creadores del tema. Aquel elenco poderoso formado por el propio Ornette junto a Don Cherry, Billy Higgins y el contrabajista Charlie Haden, el único protagonista en esta versión en solitario.
 
En una entrevista con el filósofo francés, Jacques Derrida, Ornette Coleman contó que antes de ser un músico reconocido trabajaba en unos grandes almacenes y un día, mientras comía su almuerzo, vio en una pared una pintura que le conmovió por su aparente contradicción. Retrataba a una chica bellísima, con todo la hermosura física que puede desear una mujer, y sin embargo tenía en su rostro una expresión triste que revelaba una especie de intenso aislamiento con respecto a su entorno y quizás al propio mundo. Cuando el músico llegó a casa se sintió apremiado a componer este tema.

Y la actuación estelar de:

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