Tenía que ser así. El diablo renovó su leyenda comercial en pleno siglo XX escogiendo a una de aquellas sombras que vagaban en los austeros paisajes de la Gran Depresión.
Aquel “pobre diablo” encontró a su Satánica Majestad en un cruce de caminos del Delta de Misisipi y vendió su alma por un poco de blues.
Se llamaba Robert Johnson y era hijo de madre soltera, nieto de esclavos y negro pobre en el más pobre de los estados. Se buscaba la vida tocando la guitarra y tuvo la ocasión de conocer a alguno de los grandes mitos del blues rural -Son House, Charley Patton, etc.- en su lugar de residencia, Robinsonville. Ellos no le tenían en gran consideración: era joven, inexperto y prefería las aventuras amorosas a cantar y tocar con su vieja guitarra Gibson. Cuando decidió sentar la cabeza tuvo auténtica mala suerte ya que su esposa embarazada murió en el parto junto con el crío que esperaba. Fue un gran golpe en su vida que le convirtió en un trotamundos en busca de nuevos horizontes musicales. Su segunda esposa tenía algo de dinero y pudo ofrecerle el apoyo económico que necesitaba para hacerse profesional del blues.
Cuando volvió a Robisonville era otro hombre. Tocaba como los ángeles y cantaba canciones desgarradoras sobre los caprichos de la suerte, los desengaños amosoros y sobre algún que otro encuentro diabólico. El sabía alimentar su leyenda: su mirada perdida en el escenario –tenía una catarata en el ojo izquierdo-, sus rápidas desapariciones tras cada actuación, su voluntario distanciamiento de la gente. Sin embargo, también se estaba convirtiendo en un tipo prematuramente alcohólizado, suspicaz y desagradable.
Solo realizó dos sesiones de grabación. Una en un hotel de San Antonio en 1936 y otra en un almacén de Dallas en 1937. 29 temas -algunas tan grandes como Love in Vain, Cross Road Blues, Sweet Home Chicago- y un único éxito en vida Terraplane Blues.
Sus aventuras amorosas y su pasión alcohólica le llevaron a la muerte. Un marido despechado le envío una botella de whisky aderezada con estricnina. Tenía 27 años, es decir, fue un pionero del "Club 27" antes de Jimmi Hendrix -buen discípulo suyo-, Janis Joplin, Jim Morrison o Kurt Cobain.
Aquel “pobre diablo” encontró a su Satánica Majestad en un cruce de caminos del Delta de Misisipi y vendió su alma por un poco de blues.
Se llamaba Robert Johnson y era hijo de madre soltera, nieto de esclavos y negro pobre en el más pobre de los estados. Se buscaba la vida tocando la guitarra y tuvo la ocasión de conocer a alguno de los grandes mitos del blues rural -Son House, Charley Patton, etc.- en su lugar de residencia, Robinsonville. Ellos no le tenían en gran consideración: era joven, inexperto y prefería las aventuras amorosas a cantar y tocar con su vieja guitarra Gibson. Cuando decidió sentar la cabeza tuvo auténtica mala suerte ya que su esposa embarazada murió en el parto junto con el crío que esperaba. Fue un gran golpe en su vida que le convirtió en un trotamundos en busca de nuevos horizontes musicales. Su segunda esposa tenía algo de dinero y pudo ofrecerle el apoyo económico que necesitaba para hacerse profesional del blues.
Cuando volvió a Robisonville era otro hombre. Tocaba como los ángeles y cantaba canciones desgarradoras sobre los caprichos de la suerte, los desengaños amosoros y sobre algún que otro encuentro diabólico. El sabía alimentar su leyenda: su mirada perdida en el escenario –tenía una catarata en el ojo izquierdo-, sus rápidas desapariciones tras cada actuación, su voluntario distanciamiento de la gente. Sin embargo, también se estaba convirtiendo en un tipo prematuramente alcohólizado, suspicaz y desagradable.
Solo realizó dos sesiones de grabación. Una en un hotel de San Antonio en 1936 y otra en un almacén de Dallas en 1937. 29 temas -algunas tan grandes como Love in Vain, Cross Road Blues, Sweet Home Chicago- y un único éxito en vida Terraplane Blues.
Sus aventuras amorosas y su pasión alcohólica le llevaron a la muerte. Un marido despechado le envío una botella de whisky aderezada con estricnina. Tenía 27 años, es decir, fue un pionero del "Club 27" antes de Jimmi Hendrix -buen discípulo suyo-, Janis Joplin, Jim Morrison o Kurt Cobain.
El clip animado es acertadísimo.
ResponderEliminarMe gusta ...y suena tan puro.
Dr. krapp, esta entrada me ha llevado a recordar los origenes del jazz y uno de los pilares del jazz, "el blues". Robert Johnson sigue siendo el más conocido cantante de blues del delta del Missippi. "En 1990 una reedición de sus escasas grabaciones se convirtió en un éxito internacional y alcanzó sorprendentes niveles de ventas entre los seguidores de música rock y heavy metal". (Historia del jazz de Ted Gioia, pag. 25 editada por Oxford University Press, Inc.)
ResponderEliminarSaludos cordiales
Me gusta que te guste, Tesa.
ResponderEliminarCon Robert Johnson ha triunfado la mítica sobre la realidad, Hector aunque es indudable que es uno de las influencias fundamentales del blues y sus derivados. Muy bueno el disco de Eric Clapton sobre sus temas.
El libro de Ted Goia es lo mejor que he leído sobre jazz y mi principal fuente de información sobre el tema.
Esta imagen con un cigarrillo en la boca y con camisa blanca que has puesto de RJ, corresponde a la otra foto de la que me has hablado en mi blog. Pero no está claro que sea él.
ResponderEliminarSi RJ hubiera muerto con más edad,¿a qué nivel habría llegado?
Real o ficticio su pacto (no olvidemos que estamos en tierras del Delta, y aquí lo sobrenatural tiene gran importancia) su forma de tocar la guitarra y de cantar ha influido en otros muchos artistas.
Saludos bluseros del Delta y con slide.
Como es una recreación sobre la famosa foto se le puede dar un margen de credibilidad. El blues no solo es música, también es épica, y Robert Johnson es el Ulises de la épica del blues o quizás Aquiles, por su muerte prematura pero con legado inmortal.
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