27 dic 2011

El fracaso infinito de Cecil Taylor

En una hermosa narración, el escritor argentino Cesar Aira glosa la figura de Cecil Taylor en 1956 cuando después de una formidable formación académica decide lanzarse al mundanal ruido para dar a conocer al público sus portentosos hallazgos musicales.
En su cuarto había un piano que no siempre podía hacer afinar por falta de los catorce dólares necesarios, y era un mueble ya casi póstumo. Dormía allí por la mañana y parte de la tarde, y salía al anochecer. Trabajaba de lavacopas en un bar. Ya había grabado un disco (In transition) y esperaba algunos trabajos temporarios en bares con piano


Es curioso constatar el paralelismo entre los orígenes familiares de Cecil Taylor y Duke Ellington, el gran ídolo musical del pianista free. Los dos eran hijos de la pequeña burguesía negra que ejercía la servidumbre en hogares de políticos blancos. Los dos vivían en comunidades blancas y recibieron una educación musical exquisita en la que la figura materna tiene un papel esencial. Cuenta Ted Goia que la propia madre de Cecil era amiga de Sonny Green, batería ilustre de Duke Ellington.

Cecil siempre fue un tipo decidido y según sus propias manifestaciones en 1954 ya había forjado su estilo musical. En su disco inicial, aparentemente ortodoxo, tenemos una versión del  Bemsha swing de Thelonious Monk . Es evidente el contraste entre el sonido austero y espacioso del compositor en la grabación original, con el barroquismo y la "politonía desmadrada" de Taylor.

Volvamos a la narración de Cesar Aira. Tenemos pues a Cecil Taylor en 1956 a punto de dar el salto al escenario. Él no es ingenuo y sabe que le va a ser difícil conectar con el público general e incluso con el público aficionado al jazz. Para más inri su primera actuación va  a ser en un tugurio lleno de drogadictos, alcohólicos y algún que otro músico. Esperaba quizás la indiferencia y se encontró con las risas. No volvió a actuar allí. Algo semejante ocurrió en su segunda actuación en directo. Cecil no comprendía lo que le estaba pasando. Puede entender la indiferencia, incluso alguna forma de rechazo, pero no que se le tome a broma.
Subitamente le llega la oportunidad de tocar en la meca: el Village Vanguard. Hora y horas ensayando en su destartalado piano para preparar su día D. Un día D con F  de fracaso:
"No hubo más que unos aplausos condescendientes: «al menos sudó». Esto lo desconcertaba. En la parte posterior del escenario había algunos músicos que desviaron la mirada con una sonrisita de monos. Fue a sentarse a la mesa donde estaban sus conocidos, que hablaban de otra cosa. Uno le tomó el codo e inclinándose hacia él sacudió lentamente la cabeza hacia la derecha y la izquierda. Con una gran carcajada, alguien prorrumpió en un «Después de todo, ya terminó». El crítico de jazz más prominente de la época estaba sentado unas mesas más allá. El que había sacudido la cabeza fue a conversar con él y regresó con este mensaje:
-Sinhué -así lo llamaban al crítico entre ellos- hizo un silogismo claro como un cielo sin nubes: el jazz es una forma de música, por tanto es una parte de la música. Como lo hace nuestro buen Cecil no es música, tampoco puede aspirar a la categoría de jazz"
Cecil decidió seguir a lo suyo, con sus trabajos eventuales y sus muchas horas delante de su teclado. Un día recibe una extraña invitación. Tocar en la hora del té de Gloria Vanderbilt,
siempre necesitada de dar un toque de originalidad a sus famosas veladas artísticas. Los Vanderbilt junto a los Rockefeller son la auténtica aristocracia de una ciudad aparentemente plebeya como Nueva  York. La actuación dura exactamente 20 segundos. Fue la propia señora Vanderbilt la que cerró la tapa del piano, todo un gesto esnob como comenta Cesar Aira en su relato.
Luego llega un contrato para actuar durante una semana en otro de esos bares plagados de camellos y yonquis. Duró escasos tres minutos antes de la aparición del patrón que con gesto adusto le preguntó si quería tomarles el pelo. 
"Esa noche caminó por las profundas calles del sur de la isla, pensando. Había algo curioso: la actitud del difuso irlandés que vendía heroína no difería gran cosa de la que había mostrado poco antes la señora Vanderbilt. Pero ambos personajes no se parecían en nada. Salvo en esto. ¿Pasaría por ahí, por el acto de interrumpirlo, el común denominador de la especie humana? Por otra parte, en las últimas palabras del sujeto encontraba algo más, algo que ahora reconstruía en el recuerdo de todas sus desdichadas presentaciones. Siempre le preguntaban si lo hacía en broma o no."
Cuando ese verano participó en el Festival de Newport y la frialdad fue absoluta. Tampoco la recepción mejoró cuando le invitaron a actuar en una universidad o más tarde en la Copper Union, una entidad que promocionaba a músicos de vanguardia. Para Cesar Aira ni siquiera el esnobismo propio de estos ambientes podía entender o justificar la revolución musical de Cecil Taylor.
"Cecil abandonó uno de sus empleos habituales y con algo de dinero ahorrado pasó los meses de invierno estudiando y componiendo. En la primavera surgió un contrato por unos días, en un bar de Brooklin, donde se repitió lo de siempre, lo de aquella primera noche. Cuando volvía a su casa en el tren, el movimiento, el paso de las estaciones inmóviles produjo en él un estado propicio al pensamiento. Entonces advirtió que la lógica de todo el asunto era perfectamente clara, y se preguntó por qué no lo había visto antes: en efecto, en todas las historias con que Hollywood le había lavado el cerebro siempre hay un músico al que al principio no aprecian y al final sí. Ahí estaba el error: en el paso del fracaso al triunfo, como si fueran el punto A y el punto B que une una línea. En realidad el fracaso es infinito, porque es infinitamente divisible, cosa que no sucede con el éxito"

19 dic 2011

Krapp in Blues

En días pasados el amigo Luther Blues me pidió que seleccionase algunos temas para colocar en la playlist de su estupendo y más que recomendable blog 101Blues Llegar
Pedido y hecho, aquí están los temas. Muchos ya han pasado antes por aquí, otros son nuevos. No os agobiéis, solo son 10 y pico (el pico es un fragmento de Bright Mississipi interpretado por el gran Allen Toussaint) y además haciendo click en la parte superior izquierda podéis verlos en Youtube. Predomina el blues, como no podría ser de otra manera, pero hay algún otro más cercano al rhythm and blues, como el introductorio, ese famoso Hallelujah I Love her So de Ray Charles que siempre he considerado ideal como sintonía para un programa de radio.
Espero que os guste la selección.

11 dic 2011

Algunos prefirieron seguir bailando

El cisma siempre acaba por romper todos los movimientos políticos, filosóficos, religiosos o culturales producidos por la humanidad, por muy poderosos que nos pudieran parecer en principio.
En las mismas fechas en que Adolf Hitler imaginaba un Reich poderoso y eterno pocas personas podrían imaginar que el swing no siguiese imperando en la música de forma parecida. Se tiende a considerar a este estilo como un género jazzístico forjado por grandes conjuntos orquestales y caracterizado por un fuerte contenido rítmico. 
Era mucho más. 
Por ejemplo, la música que se escuchaba por la radio, el medio de comunicación más barato y más valioso en aquellos tiempos de pobreza y depresión. Pero también estaba presente en el cine -la otra alternativa cultural apta para todos los públicos- y aparecía en primer plano o de fondo en aquellas frenéticas y alocadas comedias de la época o en los densos dramas de contenido policíaco del incipiente cine negro. 
Relevante en la música, relevante en la forma de imponer una nueva moda en el vestir, relevante como fenómeno de resistencia juvenil frente a las rigideces pdel pasado y como no, relevante en la forma de disfrutar del ocio en los salones donde la gente escapaba bailando del duro oficio de vivir en tiempos de infortunio.
 

Cualquiera diría que la foto publicitaria de arriba tiene razón. El sonido rasposo de este viejo vinilo suena como si se hubiera utilizado como aguja el zapato de mujer. Se trata de la orquesta de  Tiny Bradshaw antes del cisma, antes de que el swing y por lo tanto el jazz, se escindiera en dos partes diferenciadas. Unos eligieron la experimentación y otros prefirieron seguir bailando.

Bradshaw comenzó su carrera musical como cantante y batería pero muy pronto, en 1934, marchó a Nueva York donde fundó su propia banda y grabó su primer disco. Pasarían 10 años hasta poder grabar el segundo. Sin ser de las que marcaron la pauta en aquellos años, su big band era reconocida y reconocible, aunque muchos insistían en compararla  con la de Cab Calloway

Con el legendario cantante del Cotton Club, Tiny compartía unas dotes para convertir cualquier espectáculo en un prodigio de dinamismo y humor. Por su banda de los 40  pasaron gente tan ilustre como Sonny Stitt o los cantantes Lonnie Johnson y Roy Brown. Otros reconocidos músicos hicieron arreglos para la orquesta: Russell Procope, Charlie Shavers, Gigi Gryce o el propio Sonny Stitt. El final de la Segunda Guerra Mundial fue el momento del gran cambio y Tiny tuvo claro desde el principio hacia donde dirigir sus pasos. Fichó por King Records un sello fundamental en el desarrollo del rhythm and blues y llegó el éxito. El vídeo anterior fue el primero con su nueva compañía. En ese mismo año, 1950, llegó el segundo.  Era muy temprano pero el rock and roll ya estaba a la vista.

Tiny Bradshaw era una estrella ascendente del rhythm and blues y su big band realiza giras por todo el país ante un público que prefiere no darle muchas vueltas a la cabeza y seguir bailando. En 1951 vuelve a dar en la diana con Walk that Mess.

El hit más grande de su carrera se produjo en 1952 cuando publicó Train Kept A-Rollin, uno de los temas primordiales en la prehistoria del rock and roll luego versioneado hasta la saciedad por un montón de grupos. Un blues alegre y repetitivo que  se adelanta a todo lo que vendría después.

Es un tiempo de grandes proyectos y de actuaciones en los más importantes escenarios, como en el célebre teatro Apollo de Nueva York. Con el grupo de Tiny Bradshaw comparten cartel gente como B.B. King, Ruth Brown e incluso Billie Holiday. En 1954 triunfa este tema que tiene como solista al saxo tenor Sil Austin desde entonces conocido como Mister Ping Pong. Será su último éxito.
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El 8 de noviembre de 1955 Tiny Bradshaw sufre un ataque de apoplejía, era el segundo, que lo deja paralizado de cintura para abajo. Morirá de un tercer ataque en 1958, cuando luego de recuperar su estado físico intentaba darle nuevo impulso a su carrera en plena vorágine del rock and roll. Pero aquel, ya no era su baile.

29 nov 2011

"Tienes que olvidarlo. Esto es Chinatown"


El 26 de septiembre pasado fallecía Uan Rasey, quizás el trompetista más importante salido de los estudios de Hollywood. Rasey, empezó su carrera cinematográfica en 1949 y su presencia fue ineludible en cualquier banda sonora donde se requeriese el uso de su instrumento. Sin embargo, pudiera haber sido una más entre los músicos anónimos que formaban aquellas deslumbrantes orquestas. Pudiera haber sido pero no lo fue y la causa de su popularidad tiene mucho que ver con su interpretación en esta banda sonora compuesta en apenas 10 días por el gran Jerry Goldsmith.

10 dias para componer y grabar la banda sonora de Chinatown después de que el compositor original fuera despedido por Robert Evans, un productor exigente y nervioso, artífice principal de esta obra maestra del cine negro cuando todos creían que el género había muerto.  A su lado, un triangulo creativo de primer nivel: Roman Polanski intentando exorcizar sus terribles demonios personales tras el asesinato de Sharon Tate; Robert Towne que consiguió el Oscar al mejor guión por este film y el mencionado Jerry Goldsmith que compuso 8 de los 12 temas de la banda sonora.  

Solo 30 minutos de música original salpimentada con viejos standards de los 30 y 40 pero lo suficientemente significativa como para ser nominada los Oscars ganados ese año ni más ni menos que por Nino Rota y Carmine Coppola por El Padrino 2ª parte. Hoy en día la American Film Institute considera a Chinatown como la novena mejor banda sonora de todos los tiempos. 
 Su fascinante, misterioso y casi mágico teme de amor se ha convertido en uno de esos bombones musicales que ponen los dientes largos a muchos instrumentistas de viento, hasta el punto de que muchos hayan preferido comérselo casi sin sacarle el envoltorio. Puede ser el caso de Terence Blanchard cuando la homenajea en su disco Jazz in Film de 1999.

En la misma onda ortodoxa navega Nicholas Peyton cuando hace otra versión del tema en su álbum del 2008 titulado Into the Blue.

Después de estos adalides del tradicionalismo jazzístico, una versión de un heterodoxo consagrado, John Zorn. Su pieza está incluida en Naked City, una joya musical altamente recomendable publicada en 1989.

Pasen y elijan. O bien quédense con todas. Recuerden, ésto es Chinatown.

19 nov 2011

Balsámica Bettye

Hace unos días, en plena convalecencia de mis problemas físicos, asistí a un concierto que fue un bálsamo reconfortante para mi entonces maltrecha salud. En el escenario un grupo de jóvenes tocando con brío y delicadeza. Al frente, Bettye Lavette, una mujer nacida en 1946 de raza negra. De físico frágil. Menuda. Casi insignificante en las inmensidades del viejo teatro decimonónico.

El soul del sur. El de Memphis. El soul de Otis, Aretha o Wilson Pickett. El de Sam and Dave o Isaac Hayes. El soul de Stax Records distribuido por la Atlantic. Aquel viejo soul que iluminó los 60 y los 70, se hace voz y desgarro en esta cantante crecida curiosamente en Detroit, la capital norteña del género, la sede de la Tamla Motown.

Éste Let Me Down Easy fue grabado por Bettye con apenas 19 años y fue considerado en su tiempo como un hito del género. Era su segunda grabación desde su debut con 16 años y le permitió estar en el ojo del ciclón soul participando en aquellas multitudinarias giras junto a todos los grandes.  Pero no con tanta suerte. Su extraordinaria voz fue siempre degustada por un número reducido de entendidos permaneciendo alejada de los  grandes circuitos comerciales.  Durante las décadas siguientes apenas pudo realizar un puñado de grabaciones en diferentes sellos discográficos. Algunas canciones notables que alcanzaban mayor éxito cuando luego eran regrabadas por otros o versiones de temas conocidos que ella siempre sabía llevar a su terreno.  Tuvo que esperar hasta 1982, tras 20 años de carrera, para poder publicar su primer álbum. Pasó el tiempo y la vida musical de Bettye Lavette parecía estancada en un "quiero y no puedo". Afortunadamente llegó la redención gracias a un apasionado coleccionista francés- ¡cómo no!- de música soul. Gilles Petard, se emperró en encontrar los masters de las grabaciones de Bettye de los años 70 y los encontró cuando todos los daban destruidos por el fuego.  Se publicaron en  el año 2000, coincidiendo con la reedición de un viejo disco de la artista por un sello holandés. Le llegó el éxito a través de Europa y una vez más los norteamericanos se echaron las manos a la cabeza pensando en lo que se habían perdido durante tantos años. ¿Os suena la historia? 
Premios, reconocimiento, nuevas grabaciones. Entre ellas, dos álbumes extraordinarios: I've Got My Own Hell to Raise  del 2005 con temas escritos exclusivamente por mujeres y The Scene of the Crime del 2007 candidato al Premio Grammy como mejor disco contemporáneo de blues y donde hay esta recreación de un viejo tema de Elton John.

Bettye Lavette fue reconocida en el 2008 como mejor cantante femenina por la Blues Music Award. 46 años habían pasado desde su bautizo musical. 

Unos meses atrás me quedé estremecido al oír esta versión  de un tema de Bruce Springsteen para una célebre película. Ahora forma parte de mi botiquín de primeros auxilios musicales y os aseguro que me ha funcionado.

8 nov 2011

Ni el jazz en serio, ni el rock en broma


Nacieron en 1999 y aunque han editado un único álbum, Díscolo (2000), desde entonces han estado presentes en el mundillo musical español creando un sello discográfico, Pueblo, realizando bandas sonoras y actuando en numerosos festivales de jazz y rock. Efectivamente, el grupo Dead Capo navega sin pudor entre dos mundos musicales que algunos consideran opuestos. Desde su posición como grupo de culto se pueden permitir el lujo de la infidelidad a cualquier propuesta musical exclusivista. Lo suyo es la versatilidad y la poligamia. Lo demuestran recreando el tema de
Adolfo Waitzman para esa desternillante película española de 1962 titulada Atraco a las tres .

En su página web en Myspace dicen de su álbum único: "Díscolo.., es una impredecible batidora de estilos, una road movie sin fronteras con paradas en el jazz, el swing, el rock, las bandas sonoras del eje Mancini-Schiffrin-Barry-Rota-, el surf, el lounge, el funk, el blues...
Y continuan:
"Su música (la del disco) es el resultado de una sobre-exposición a múltiples estilos de música, muchos moldes musicales que han tratado de derretir para crear uno propio"

Les han influido los grandes compositores de bandas sonoras pero también la fecundidad infinita de Charles Mingus, los grupos jazísticos con toques punk de la agitación neoyorquina de finales de los 70 como los Lounge Lizards de John Lurie o el hoy aclamado John Zorn etc... 

Además son tipos divertido e inquietos por lo que sucede a su alrededor. Algunos de sus miembros fueron redactores de un ácido Manifesto! Moncloa Sound System (podéis verlo haciendo click en el enlace) redactado tras ser invitados a la Moncloa en el Día Internacional de la Música del año 2004. Por su parte,  Javier Gallego, tiene un extraordinario programa en Radio 3 titulado Carne Cruda donde extrae el jugo a la actualidad de una forma ágil, divertida y mordaz aderezándolo con propuestas musicales tan  atrevidas y singulares como las que desarrolló en el grupo del que fue batería hasta éste último verano. 

"Si existiera un Freud de las armonías se daría un festín con estos tipos. Aparecen toda clase de patologías e irreverencias musicales. A mí me saben. Son de un Mingus atareado y apaleado a la vez, más claras, pero agujereadas como un queso. Hay un pequeño Schoenberg entre las cuerdas y un hombre del saco estrellado en el miedo de nadie. Sam está hasta las narices de tocarla otra vez y le ha robado el garito a Bogart. Al oírlos viene a buscarte un gato callejero que se sueña a sí mismo flotando entre sonidos de Mancini. Hay un glam que se sacude como una estera y se cadencia 10 veces hasta asomar la risa. Un trópico de cáncer con esa censura de Mogambo llena de incestos y de-formaciones simpatiquísimas. Se hace sonar el espejo de feria y aparece un Malher aFellinando, como la zona fantasma de los tres malvados de Superman"(Dead Capo: Clásicos de un tiempo por llegar / La Maga Z)

20 oct 2011

¿Solo o con Jeru?


No soy un gran comprador de discos, como mucho uno al mes y eso porque suelo adquirirlos a pares. Busco entre las ofertas baratas y me quedo con la más sugerente. Sin pretenderlo previamente, entre mis últimas compras han caído tres discos de Gerry Mulligan. Por ejemplo el que contiene este tema clásico y fascinante:

Aquí podemos ver a Mulligan y Webster tocando juntos otro tema, en el Dinah Shore Show de 1962. El batería sigue siendo Mel Lewis y el contrabajista es Leroy Vinnegar.

El encuentro con el éxito fue también el encontronazo con las drogas, con la ley que lo envió a un centro correccional por hacerse adicto a ellas y con el propio Chet Baker, endiosado autista tras su salto a la fama. Menos mal que estaba cerca Bob Brookmeyer con el que creó otro grupo excepcional.

Por aquella banda pasaron gente del talento de Lee Konitz, otro componente del Noneto, Zoot Sims, Art Farmer etc... Hiperactivo como pocos, Jeru se convirtió en un colaborador habitual de otros grandes intérpretes, tanto en grabaciones como en festivales. Podía tratarse de Monk con el que alcanzó una compenetración musical difícilmente igualable -llegó a tocar en el funeral del pianista-, podía tratarse de Armstrong, de  Duke, de Miles, de Basie, de Mingus, podía tratarse incluso de Astor Piazolla con el que tiene un disco espléndido llamado Summit.

 
Apartir de finales de los 50, el gran encuentro musical de Gerry Mulligan   es con la música de gran formato. Crea una big band propia llamada Concert Jazz Band, compone música para el cine y concibe un repertorio sinfónico para su instrumento, antes considerado estrafalario y marginal.

Pues sí, para mí no hay duda, si hay que elegir: siempre con Jeru.

13 oct 2011

Sid sabe como hacerlo

La mano se mueve ansiosa en el dial hasta encontrar el punto requerido. La noche es larga y se requiere buena compañía. Esa voz lenta y áspera como papel de lija sabe como hacerlo. Ya suena la sintonía:

Para los que todavía piensen que la música esta hecha por seres privilegiados dotados para la creatividad por alguna musa caprichosa y difundida por angélicos filántropos bienintencionados que protegen a sus cachorros dándoles en todo momento lo que ellos necesitan, quizás les venga bien conocer algo de este muchachote blanco, un poco turbio, que en la década de los 40 se convirtió en una de las figuras más influyentes del tinglado del jazz. Concretamente, el gran disc jockey del Jazz. Uno de los culpables de que estemos hablando de Charlie Parker, Dizzy Gillespie, Miles Davis o Thelonius Monk como si fueran amigos de la infancia.
¡¡¡Here comes the kid with the fancy pants and the fancy lid... Symphony Sid!!!

La banda de Tadd Dameron con Fats Navarro y Milt Jackson presentados por Symphony Sid seudónimo de Sidney Tarnopol, un hombre de larga trayectoria en la radio desde sus comienzos en 1937 en la WBNX y que culminaría 12 años después retransmitiendo su programa de costa a costa. Por en medio están sus habilidades como gran muñidor del jazz y en concreto del bebop como cuando convenció al propietario de un asador de pollos en Broadway a que utilizara su local como sala de conciertos para los músicos boppers. El Royal Roost pronto se convertió en un lugar de encuentro para los jóvenes músicos y para que el propio Symphony Sid pudises retransmitir sus programas en vivo. 

Sid se estaba convirtiendo en un hombre poderoso e influyente, bien relacionado tanto en los ambientes musicales como en los bajos fondos de la Gran Manzana. Era lógico que los músicos se lo agradeciesen. La posteridad ha perpetuado el nombre de nuestro personaje a través este tema compuesta por Lester Young e interpretado luego por una legión de artistas.

King Pleasure, amigo de ponerle letra a todo lo que se pusiera por delante, concibió una que encajaba con la música de Prez y con la importancia de aquel mítico programa de radio entre los que lo escuchaban.

Hubo otros homenajes musicales de Arnett Cobb o éste Symphony in Sid de Illinois Jacquet.

Muchas veces hay demasiado poco espacio entre la cumbre y la caída. En el mismo año en que consiguió que su programa tuviese alcance nacional fue descubierto en posesión de marihuana. No tuvo repercusiones penales, pero sabiendo que los de narcóticos no iban a dejar de estrechar el lazo, decidió dejar sus actividades y marcharse a Boston. Estuvo allí hasta 1957 dedicado a lo que había hecho siempre. Cuando volvió, Symphony Sid había cambiado.

A su vuelta, el viejo Sid se entrega en cuerpo y alma a la música latina. Al latin jazz, por supuesto pero también al mambo, al boogaloo y a algo que se comenzaba a llamar salsa.
Le llamaron traidor. Le llamaron vendido. Le llamaron toda esas clase de atrocidades que se suele decir de la gente cuando no sigue la senda que los escandalizados habían diseñado para ellos. Y sin embargo, en los últimos años, volvió a oírse  de nuevo música de jazz en las emisiones conducidas por aquella voz lenta y áspera como papel de lija.

4 oct 2011

Simplemente, Red Nichols

 En días pasados Félix Amador Gálvez en su excelente blog "Jazz, ese ruido", una bitácora absolutamente imprescindible para los que amamos el jazz,  hacía referencia a  un film biográfico, un biopic, dedicado a Red Nichols, una semiolvidada figura de la escuela de jazz  blanco de los años 20 y primeros años 30, antes de la eclosión del swing.   

A partir de la entrada he tenido ocasión de de ver Tu mano en la mía el horroroso título español  para The Five Pennies, film realizado por Melville Shavelson en 1959 e interpretado en su papel principal por un contenido Danny Kaye. En el elenco principal aparece también  Louis Armstrong, figura inevitable en los films de o con jazz de aquel período,  y otra serie de figuras del género como el batería Shelly Manne o el cantante Bob Crosby. Además el propio Red Nichols interpreta los números a la trompeta tocados en la pantalla por Danny Kaye. Es el caso de este Battle Hymn Of the Republic compuesto a mediados del siglo XIX y popular en la Guerra Civil americana de la década siguiente. Estas variaciones sobre temas tradicionales constituyen uno de los pilares básicos sobre el que se asentó el primer jazz.

A mi modo de ver The Five Pennies es una película agradable que adolece de esos tópicos lacrimógenos que solían acompañar a aquellas películas biográficas de los años 50 dedicadas a músicos de jazz blancos. Hay que recalcar lo de blancos, Hollywood no estaba en condiciones o no quería levantar las barreras raciales. Aquellas eran historias ejemplarizantes en que sus protagonistas -caso de Glenn Miller en Música y Lágrimas- a pesar de tener un destino trágico acababan redimiéndose o redimiendo a su entorno. En este caso no hay la muerte del protagonista, pero si la historia de un hombre que renuncia a su carrera musical para cuidar de su hija enferma de poliomielitis. Sin embargo la vida le ofrece otra oportunidad y puede volver a retomar su vida artística muchos años después. La historia es real y  el éxito del film ayudó a relanzar la carrera de Red Nichols  músico importante en aquella escuela de músicos blancos criados en Chicago y triunfantes en Nueva York.  Por su grupo, The Five Pennies, -nombre engañoso ya que se trataba de una verdadera big band- pasaron en su primera época gente de la talla de Benny Goodman, Jimmy Dorsey, Glenn Miller, Jack Teagarden o Joe Venuti

Recogen algunas fuentes y comenta Félix, que Red Nichols llegó a hacer más de 4000 grabaciones en aquellos años. En Europa consiguió un éxito rotundo antes de que la llegada de las grabaciones "calientes" de los músicos afroamericanos borrase la estela de aquellos "pioneros" blancos. Este su gran hit de aquellos tiempos: Ida Sweet As Apple Cider.

Cuando era célebre, lo compararon con Bix Beiderbecke e incluso con el propio Armstrong. Luego los que antes lo apoyaban dijeron de él que tocaba de una forma rígida y envarada, que era un impostor, un tipo sin escrúpulos que grababa discos con nombres y grupos ficticios para amasar dinero. Lo dejó todo a mediados de los 30 y en la plenitud de la época swing solo era una reliquia olvidada en el pasado. Tras la guerra dejo su trabajo en los astilleros para volver a retomar su carrera artística. Red  tuvo cierto papel en el resurgir del jazz tradicional a finales de los 40 y principios de los 50, aunque en su juventud había practicado una música mucho más cercana al swing que al sonido de Nueva Orleans. Siguió actuando en clubes hasta su muerte en 1965.

26 sept 2011

La cabeza que sobra

Algunas grandes canciones tienen historias chicas:

"Suena el teléfono a las tres de la mañana. Medio dormido levanto el receptor y oigo la voz de Gardel que me dice con evidente satisfacción:
—Che viejo, acabo de encontrar una melodía macanuda para el tango " Por una cabeza".
Y procedió a cantármela ipso facto. No sé si sería porque todavía no me había despertado del todo, que al oír por teléfono el fruto de su inspiración, ni la melodía ni la letra me hicieron mucha impresión; y así se lo dije. Algo amoscado Gardel me contestó con su fina ironía: —Mira, Beethoven, vos te quedás con tus corcheas y semifusas; pero no te metas conmigo en asuntos de "matungos"
Me causó gracia la comparación beethoveniana y comprendí que nadie como él —carrerista empedernido y dueño de un dispendioso stud— podía hablar con más autoridad de temas hípicos; nadie como él podía conocer la emoción del jugador de ver a su caballo llegar victorioso al disco, ni sentir desaliento de verlo flaquear en el momento mismo en que un supremo esfuerzo lo hubiese colocado en la categoría de ganador. Como dicen los versos de su tango:
Por una cabeza
de un noble potrillo
que justo en la raya
afloja al llegar . . .”
Tal vez el producto de una "fija" conferida sigilosamente al oído, que fracasa en la raya. Sí, creo que Gardel tenia razón. Yo me quedo con mis corcheas. Además, yo sabía que, lo mismo que otras canciones que nos parecen triviales al principio, el genio de Gardel ennoblecería este tango hípico y lo elevaría a una altura insospechada."
(Terig Tucci - Gardel en Nueva York 1969)
Encontramos pues a Carlos Gardel a punto de rodar en Nueva York la película Tango Bar, pero ponerle la música a una letra del gran Alfredo Le Pera con el que compartiría destino
tres meses más tarde en el accidente aéreo de Medellín que segó su vida .
Dos famosos bailes marcan la crónica sentimental cinematográfica de esta canción. En Esencia de mujer (Scent of a Woman) -recreación norteamericana de la excelente Perfume de mujer de Dino Risi- el Teniente Coronel Frank Slade (Al Pacino) retirado del ejército a causa de su ceguera y profundamente amargado por su minusvalía invita a bailar a una desconfiada Donna (Gabrielle Anwar). Una escena mítica cargada de enorme intensidad sensual subrayada por la música aterciopelada del grupo The Tango Project.

El baile de Arnold Schwarzenegger y Jamie Lee Curtis con la que termina esa comedia divertida llamada Mentiras arriesgadas tiene connotaciones ciertamente burlescas.

Nada que ver con ese toque kitch y elegante, casi de cine negro o de comic sofisticado con el que Spielberg da un respiro al espectador en esa sofocante y extraordinaria La Lista de Schindler.

Hay muchas versiones de Por una cabeza. La de Andrés Calamaro, a tiro de click, tiene un comienzo casi flamenco y un buen acompañamiento musical pero a mi modo de ver no logra entrar en el espíritu que requiere el tema, haciéndolo demasiado lánguido y espeso. Creo que el acercamiento actual de ciertas figuras del rock argentino al antes denostado tango, aún siendo meritoria, en la mayoría de las ocasiones deja bastante que desear.
Me resulta más gratificante la del fantástico violinista Itzhak Perlman. El violín siempre ha hecho buenas migas con el tango.

Por último una versión jazzística del excelente trompetista argentino afincado en España, Guillermo Calliero. Se trata de una actuación reciente en el entrañable Cafe Central de Madrid.

17 sept 2011

Alguien llora por mí

(Para Axis, que tiene un precioso blog y que se dio cuenta de  mi torpeza, al haber inhabilitado por error la posibilidad de dejar comentarios en esta entrada)

En octubre de 1932 la orquesta italoamericana de Ted Fio Rito, con el entonces cantante novel Muzzy Marcellino , le gana la partida al todopoderoso Paul Whiteman  publicando por primera vez este tema. En compensación, la versión del llamado "Rey del jazz" tuvo un éxito mucho más grande que la original.

500 o 600 versiones más tarde, ya en los 60,  Muzzy Marcellino vuelve a retomar el tema con el instrumento que le proporcionó más popularidad  gracias a su aparición en las películas de Disney o Sergio Leone.

En esos mismos años un dúo británico de pop algo relamido, Chad and Jeremy, consigue que el viejo tema vuelva a las listas de éxitos.

Ann Ronell es la autora de Willow Weep For Me y una de las pocas mujeres que pudieron entrar en esa gran fábrica de éxitos y eternos standards llamado Tin Pan Alley. Su mentor, su compañero, su pigmalión, quizás su amante fue George Gershwin a quien le dedicó el tema. Incluso los maldicientes llegaron a decir que Gershwin fue el autor real de la pieza y que le cedió los derechos a Ann como un regalo especial, algo que la posteridad y la bibliografía musical ha descartado.  

Ni que decir tiene que el jazz es el género musical que más provecho ha sacado de Willow Weep For Me. Por ejemplo, en esta escena de baíle llena de swing interpretada por Vera Ellen en la última película de los Hermanos Marx, Amor en conserva (Love Happy)

Cientos y cientos de versiones y arreglos para orquestas, pequeños grupos y solistas. 

¿Dónde elegir entre tanta variedad?
Ante la duda, me quedo con la que escuchándola suscitó esta entrada, la que me indujo a hacerla. No voy a ser nada original, aunque Art Tatum interpreto en muchas ocasiones este tema, la de 1949, del mismo año que la película de los Marx, ha quedado como la definitiva.

Para terminar una versión vocal realmente impresionante que no procede de la ortodoxia oficial jazzística. Se trata de la interpretada por la majestuosa Etta James, un nombre irreemplazable para los que nos gusta la música negra, sin fronteras.

8 sept 2011

La larga espera de Junior Kimbrough

En el último año muy pocos temas musicales me han impresionado tanto como este Release Me de Junior Kembrough. Una guitarra obsesiva de sonido hipnótico y poderoso acompañando a esa voz cruda, casi gutural, que viene de algún lejano territorio; de un país que uno imagina primitivo y austero, casi descarnado.  Release me es un mantra que entra en nuestra sensibilidad como un afilado bisturí para llevarnos a un lugar íntimo y secreto donde poder recuperar cierta sensibilidad perdida, tan perdida que quizás nunca ha sido nuestra. 

La historia de Junior Kembrough es muy semejante  de la de su amigo y rival R.L. Burnside al que dediqué una entrada el 1 de agosto (Ver aquí). Como aquel procedía del norte del estado de Misisipi, tierra de colinas, bosques y aparceros, lejos de los inmensos campos de algodón que cubren el Delta. Como a Burnside le sobrevino la fama cuando ya había cumplido los 60 gracias al documental Deep Blues, realizado por el afamado crítico Robert Palmer y el director Robert Mugge. Estas son imágenes de aquella película en la que interpreta el tema que dio título a su álbum de debut : All night long.

Estamos en el ambiente abigarrado de una juke joint, una de esas viejos colmados -a veces simples barracas- donde la maltratada población rural de color que habita el sur profundo podía hacer cualquier cosa en su escaso tiempo libre: comprar comida, beber, bailar o escuchar a los músicos ambulantes de blues que se acercaban por allí. En ese escenario se curtió  el artista y fue donde desarrolló su carrera musical hasta cumplir 62 años.
A pesar de las deficiente acústica de estos locales, en este próximo vídeo podemos ver a  Kimbrough tocando a la guitarra una de su grabaciones antiguas, luego incorporada a su primer álbum.

Se dice que el pequeño Kimbrough se aficionó a tocar la guitarra tras encontrar la que se padre guardaba encima de un armario antes de ir a trabajar al campo. Una trastada infantil le llevo al mundo de la música de forma autodidacta y pronto encontró en Hudsonville, su ciudad natal, a músicos que le ayudaron a perfeccionar su talento. Como Burnside, Junior tuvo que buscarse la vida en diferentes oficios mientras tocaba en tugurios y realizaba alguna que otra grabación. Pero el éxito nunca traspasó el circuito de locales baratos del norte del estado y si algún "cazabluesmen" ocasional se había fijado en él, apenas tuvo repercusión para su proyección musical. 

Su fortuna cambió  tras el documental del 92. Fat Possum, la discográfica que le dio la oportunidad a Burnside, encontró en el músico de Hudsonville un nuevo filón. El éxito del disco All Night Long fue tan apoteósico que muchos lo consideran el mejor álbum de blues de la década. Inmediatamente grabó otro titulado Sad Days, Lonely Nights.

Éxito y triunfo para el bueno de Junior que sin buscarlo se convirtió en una leyenda viviente. El local que se compró con sus ganancias, un Juke Joint modernizado, se convierte a mediados de los 90 en una nueva meca para las grandes figuras del rock. Rolling Stones, U2, Sonic Youth
Iggy Pop -con el que llegará a actuar de telonero- pasan por allí intentando nutrirse o quizás vampirizar la savia del maestro. En 1997 publica su tercer y definitivo álbum en vida, Most Things Haven't Worked Out que lleva el título de este excelente instrumental.

Giras, viajes y un constante ajetreo para un hombre al que las cosas le llegaron demasiado tarde  cuando ya tenía mermada su frágil salud. Muere en enero de 1998 de un ataque al corazón. En su lápida alguien escribió: Junior Kimbrough is the beginning and the end of all music

Fue padre de 36 hijos.

31 ago 2011

Zaz: otra musa en Montmartre

Una chica con una fantástica voz ronca, acompañada por guitarra y contrabajo, da muestras de su poderío en la entrada de uno de sus vetustos locales del legendario y ahora turístico Montmartre. No hay nada espontáneo, no son músicos callejeros, aunque lo fueran en su momento. Se trata de una de esas sesiones acústicas organizadas por la revista L'ExpressEn escena la gran sensación musical de la temporada. Tranquilos, no debéis asustaros, estamos hablando de Francia donde las cosas son diferentes. Al menos en el terreno musical.
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Zaz es el nombre artístico de Isabelle Geffroy, una cantante de 31 años que publicó su primer y único álbum en el 2010. Como era una chica aplicada comenzó en el Conservatorio de su ciudad natal, Tours, donde aprendió a tocar diversos instrumentos antes de descubrir sus tremendas dotes vocales. Más tarde, como era una chica lanzada, formó parte de diversos grupos:  una banda vasca con la que recorrió el centro y el sur de Francia; un grupo de rock latino llamado Don Diego , donde adoptó su seudónimo actual; y también  en grupos  de jazz o rap. Puro mestizaje musical adobado por largas giras que le llevaron a lugares tan diferentes como Colombia, Japón o a atravesar toda Rusia desde el lejanísimo Vladivostok. Como era una chica permeable supo llevar a su estilo todo lo que iba encontrando por el camino sin perder nunca su perspectiva. Con ella no han podido ni fronteras físicas, ni musicales, ni escenográficas. Antes del éxito actual había actuado indistintamente en grandes recintos, en pubs o en incluso en la  propia calle, tal como aparece en estos vídeos.  Antes del 2010 ganó algún premio importante y empezó a ser admirada en los corrillos musicales franceses con ese grandilocuencia a la que son tan adictos en aquellos pagos: "La rumeur enflait depuis quelques semaines : Zaz, c'est une sacrée voix, et ce sera la révélation de l'été ! ". 
Pero Zaz además, es una chica inteligente y se tomó su tiempo hasta publicar su primero y hasta la fecha, único álbum. Un álbum que lleva su propio nombre. Era Mayo del 2010 y desde entonces el éxito ha sido extraordinario. El disco no ha dejado de sonar y sonar primero en su país, luego en los países francófonos  y finalmente en el resto de Europa. Sobre todo este tema compuesto por su productor Soltani Kerredine, aquí con subtítulos en español.


También hay composiciones de la propia Isabelle, del cantante Rafael Haroche y una hermosa versión de de otra musa inolvidable del viejo Montmarte, Edith Piaf.

Para Isabelle Geffroy  es hora de recoger premios y éxitos. Puede mirar atrás sin remordimiento. Es joven pero se lo tiene merecido. Ha recorrido una larga ruta para llegar a Montmartre.

25 ago 2011

Un mundo para Ray Nance

"Ray Nance nunca ha desafinado en su vida y ello lo convierte en único entre los artistas dedicados a la libertad de expresión en la música.
Cantante...

violinista...

cornetista...

y bailarín, ¡Ray lo tiene todo!
A pesar de lo brillante de sus solos, el éxito nunca se le subió a la cabeza.
Se trata de un artista nato y no hay trompetista que aborde el fraseo improvisado del "Take The A Train" sin caer en algunos de los pasajes originales ejecutados por Ray Nance en la primera grabación del tema.

Ray se unió a la banda en 1940 y estuvo con nosotros más de veinte años. ¿Qué más puedo deciros acerca de un hombre corto de estatura pero que destaca como un gigante sobre sus colegas y competidores?. Tan solo hay un Ray Nance en el mundo.
(DUKE ELLINGTON - La música es mi amante)

19 ago 2011

Tok Tok Tok: nunca te agostarás por escuchar una música más.

Desde Friburgo, la ciudad más soleada de Alemania y territorio de conquista para múltiples invasores, un grupo que desde 1998 ha sabido romper las fronteras musicales desde dentro. Soul, jazz, y versiones calientes de viejos temas pop a cargo de una cantante excepcional de origen nigeriano, Tokunbo Akinro ; Morten Klein, saxofonista de larga experiencia es su alter ego; Christian Flohr les acompaña desde el bajo, Matthias Meusel pone los ritmos en la batería y Jens Gebel crea atmósferas en los teclados. 
Soleadas levedades que saben conquistarnos.





10 ago 2011

Cuando a la música le salen burbujas

He dedicado varias entradas a ese género musical dicharachero, voluble y a veces casi inaprensible llamado Jump blues -desde aquí podéis acceder a la etiqueta-. Para esos señores de pipa y lupa, sofisticados hasta la nausea y que piensan que oír música es un ceremonia mística que les puede levantar de sus sillones acolchados hasta subirlos por los aires y alcanzar cierta forma de levitación; el jump blues no deja de ser una música mestiza y comercial, alimento de juke-box y producto de las necesidades de baile de la población, especialmente la de color, después que las orquestas de swing echaran el cierre tras la crisis económica propiciada por la Segunda Guerra Mundial. Una visión simplista y clasista que dando la vuelta a aquella famosa frase de Unamuno  parte de la falsa idea, tan cultivada por la intelectualidad occidental, "de que todo lo que no es vanguardia es plagio".  
Mezcla de blues, boogie woogie, swing y con toques del naciente rhythm and blues, aquellos instrumentistas y cantantes intentaron prolongar el viejo sonido de las big bands en grupos más pequeños donde el saxo o el piano eran los reyes y maestros de la función. A la manera sudeña y con su toque gospel de llamada y respuesta, en la tradición del swing blues desarrollada por las orquestas de Count Basie, Jay McShann, Lionel Hampton o Lucky Millinder. Un buen ejemplo puede ser dos saxofonistas amamantados entre las huestes del gran Hamp y que con el tiempo se convertirían en figuras indiscutibles del jazz convencional. Me refiero a  Illinois Jacquet o su casi alma gemela, Arnett Cobb.


Nombres respetados por la crítica sibarita de jazz, que a fin de cuentas siempre quiere dictar sentencia. Luego están los grandes del género, los más reconocidos por el público y más  despreciados  por la ortodoxia. Casi todos han pasado por aquí en otras ocasiones: Louis Jordan, Cab Calloway, Louis Prima, Amos Milburn o el extraordinario Big Joe Turner, aquí acompañado por la orquesta del gran factotum del rhythm and blues, Johnny Otis
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Hubo más, muchos más, ya que el género asentó sus reales hasta que fue arrollado por un hijo malcriado llamado rock and roll. Un ejemplo puede ser Big Jay McNeely. Un tipo con una leyenda realmente graciosa ya que tenía la costumbre de tocar paseándose de un lugar a otro allí donde actuaba. En sus interpretaciones tumultuosas y en pleno éxtasis, salía fuera del escenario y tocaba desde la puerta del local o incluso en la calle.  Un día, la policía lo detuvo en uno de sus paseos y lo llevaron a la comisaria. Cuando volvió después de que alguien pagase su fianza, el grupo seguía tocando interminablemente  aquella pieza de marras y el bueno de  McNeaely no dudo en incorporarse de nuevo y seguir tocando la pieza como si no hubiera pasado nada.

Hay pocas notas, pocos acordes y muchos riff repetitivos pero a veces lo más simple, lo aparentemente mas facil,  nos llega más a fondo.
Por último, que en este apartado será siempre un por ahora, creo que no hay una orquesta que pueda representar mejor a este género mestizo que la de Lucky Millinder. Un personaje realmente curioso que ni sabía tocar, ni cantar y que inició su carrera como bailarín y presentador de shows en Chicago. A principios de los 30 ya tenía su propia  banda desde donde impulsó la carrera de jóvenes músicos como: Harry "Sweet" Edison, Red Allen, Eddie "Lockjaw" Davis o  el mismísimo Dizzy Gillespie. A mediados de los 40 se decanta por el naciente rhythm and blues y consigue encabezar la lista de éxitos cuando enrola en su banda a un gran cantante: Wynonie Harris . Luego siguió triunfando hasta su decadencia a mediados de los 50 en plena eclosión del rock and roll. A finales de los 30 y principios de los 40, antes de la eclosión del jump, contó en su orquesta con una extraordinaria cantante que era capaz de pasar sin pudor de la sacralidad del gospel a los temas humorísticos y ligeros del nuevo rhythm and blues. Me refiero a Sister Rosetta Tharpe.

1 ago 2011

R.L. Burnside: Últimos filones del viejo blues

Desconozco si los buscadores de viejos bluesmen utilizan alguna varita de zahorí para descubrir sus tesoros allá por las tierras pantanosas del Misisipi. Lo cierto es que después de la fiebre musicológica de John y Alan Lomax allá por los años 30, no ha dejado nunca de haber una pléyade de investigadores, editores discográficos, críticos o simples aficionados lanzados a la aventura de encontrar algún mineral precioso escondido entre las tierras empobrecidas donde pasa tan caudaloso río. La resurreción de Son House, de Mississippi John Hurt o de Skip James ha sido un buen acicate para estos cazadores de tesoros musicales. 
Cuando a principios de los 90, el crítico musical  Robert Palmer -no confundir con el cantante- decidió con su amigo el director Robert Mugge  hacer un documental basado en su libro sobre el blues del Delta titulado Deep Blues, apenas tuvo dudas a la hora de escoger a los músicos que mejor podían representar a aquel movimiento. Entre ellos tenía que estar R.L. Burnside.

El porche de una casa destartalada, viejos coches abandonados, una vieja guitarra barata y una cohorte de niños, parientes y gallinas ofreciendo un marco idóneo para otra gloria desconocida del blues del Delta. Las cosas no le iban bien al viejo R.L. Burnsdale a sus 66 años pero era lo acostumbrado. Su afición al blues siempre había convivido con los más variopintos oficios. Cuando marcho a Chicago en los 50 vivió en los suburbios y experimentó en sus propias carnes la violencia de aquellos tiempos. Perdió a su padre, a dos hermanos y a uno de sus tíos y desengañado decidió volver al Delta. Pero las cosas no le fueron bien, se vio implicado en una muerte y pasó cierto tiempo en la prisión de Parchman, como los viejos bluesmen de los 30. El blues le salvó de la desolación aunque no de la pobreza. Consiguió cierto reconocimiento a nivel local y fue figura invitada en diversas grabaciones y documentales realizados en las riberas del Misisipi allá por los 70 y 80. Un ejemplo es ésta grabación realizada por el legendario Alan Lomax en 1978:


Aquello no tuvo mayor trascendencia. No hubo reconocimiento para el artista incluso después de las grabaciones que realizó en los 80 con los folkloristas Mitchell y Evans. En ese estado de de  abandono  lo encontraron  Palmer y Mugge en 1992. El entusiasmo de estos hombres modificó su destino.
Un pequeño sello local del Norte del Misisipi, Fat Possum, le dio su gran oportunidad. Tras alguna grabación acústica, los productores decidieron que el sonido simple,  directo y minimalista de Burnside se acoplaba bien con la música tumultuosa y electrónica del grupo de garaje Jon Spencer Blues Explosion. Una apuesta arriesgada coronada con un éxito triunfal. De la vieja granja a los variados escenarios del nuevo rock alternativo e indie. Un salto brutal para el músico, que le permitió alcanzar una fama tardía, inesperada pero sin duda merecida. En compañía de aquellos jóvenes músicos o con sus viejos temas de siempre tocó la gloria con sus callosos y envejecidos dedos agarrándose a ella hasta su muerte a los 78 años en el 2005. Este es el tema que primero llamó la atención de sus descubridores y  le permitió cruzar el inestable umbral de la gloria. Está reinterpretado con toda  furia y ruido en su exitoso álbum con la Jon Spencer Blues Explosion.

24 jul 2011

Al menos, su voz

 No quiero ser cansino y os pido perdón por mi insistencia, pero desde que me enteré de su muerte, quería hacer una entrada en cada blog sobre Amy Winehouse
He publicado una en el  Circulo de los Suicidas Perezosos que si os apetece podéis leer desde aquí.
La otra viene a rebufo de lo que escribí sobre ella en esta bitácora, el 19 de mayo del 2009: "Una de los acontecimientos musicales más fascinantes de lo que llevamos de milenio se llama Amy Winehouse. Espero fervientemente que siga siendo así por mucho que una cuadra de idiotas -los que manipulan la industria musical; los del sensacionalismo amarillo y repulsivo o los humoristas anodinos y previsibles, cazadores de freaks- intenten cargársela.

Es fácil ponerse la túnica y arrogarse ahora la condición de adivino, pero cualquiera con dos dedos de frente sabía lo que iba a pasar.  
¿Culpa de ella, culpa de los que se beneficiaron de su estela? ¿Acaso importa? 
Sabemos que todo ésto es un gran tinglado en el que se juegan patrimonios, fortunas e incluso vidas.  ¿Qué hubiera pasado si aquellos seres trágicos: Charlie Parker, Bessie Smith, Billie Holiday, Edith Piaf hubieran vivido en estos tiempos? Quizás se hubieran muertos antes, vapuleados como monigotes por una opinión pública hambrienta de emociones fuertes.
En fin, así son las cosas. Dos discos gloriosos y otra esperanza perdida en este empobrecido mundo musical. 
Solo nos queda decir lo clásico: al menos nos queda su voz y eso es ya es mucho si se trata de la irrepetible y genial Amy Winehouse.


14 jul 2011

De Chick a Chick

Uno no deja de sorprenderse ante la irresistible fuerza de voluntad de ciertos individuos capaces de sobreponerse a los mil y un obstáculos que el destino ha reservado para ellos. Acercarse a Chick Webb es acercarse a un tipo que hizo de sus terribles problemas físicos acicate y que supo sacar de cada segundo de su cortísima vida una energía arrolladora e implacable. Esa energía era la que caracterizaba su forma de tocar la batería y la que quería que su propia orquesta desarrollase en el escenario.
Duke Ellington fue el mentor que le dio su primera oportunidad a aquel hombre corcovado y enano que era el verdadero diablo cuando se colocaba delante de una batería sin saber leer una partitura. No había tiempo que perder cuando sabes que tus días pueden estar contados y Chick no tardó en reunir a su alrededor una extraordinaria banda en aquel floreciente Harlem de principios de los 30. El éxito fue todavía más absoluto cuando su orquesta se convirtió en la titular de unos de los templos sagrados del jazz y del baile: el legendario Savoy Ballroom. El famoso Stompin' at the Savoy, el himno de la célebre sala, que luego sería universalizado en la versión de la orquesta de Benny Goodman puede ser un buen ejemplo comparativo de aquellas legendarias batallas de bandas de mediados de los 30 en las que la Orquesta de Chick Webb siempre salía victoriosa. En este vídeo del documental "Jazz" de Ken Burns se explica el fenómeno y como los tap dancers que abarrotaban el salón y se amontonaban a miles intentando entrar -e incluso interrumpiendo el tráfico en las calles adyacentes- eran entusiastas de la banda del pequeño percusionista de Baltimore.

Desde su alto trono en la cima de la orquesta y dominando todo el escenario, el Rey del Savoy, contemplaba sus dominios y quizás se sentía compensado de sus males viendo que su swing directo, ligero y terriblemente bailable podía competir con éxito con el estilo sofisticado de la orquesta de Duke Ellington o la popularidad de la de  Benny Goodman. Un triunfo personal realzado desde 1935 con la incorporación de una chiquita que ganó un concurso de cantantes aficionados en el Teatro Apolo: la inigualable Ella Fitzgerald.

Cuando se la presentaron, Chick era remiso a dejarla a entrar en su banda ya que no la veía suficientemente  sexy para darle el glamour que se exigía para una cantante de swing. Sin embargo al oírla, toda cambio. Tenía una voz poderosa y al mismo tiempo infantil, capaz de interpretar cualquier tema en cualquier tiempo y sobre todo de una forma absolutamente irresistible.  Estando todavía en la banda de Chick, Ella consigue un éxito multitudinario en 1938.

Ese mismo año Chick Webb se empieza a resentir de sus problemas de salud y delega en otros músicos la dirección de la big band durante las numerosas giras. Su tuberculosis espinal, la enfermedad que había arrastrado desde su infancia, le llevará a la muerte en 1939. Ella Fitzgerald heredará su orquesta hasta que la big band desaparezca 1942.
¿Cual podría ser el tema más representativo de la corta pero fecunda carrera de Chick Webb?. El ya mencionado Stomping at the Savoy podría ser uno. Blue Lou, de tiempo mas reposado es muy hermoso. El elegante The Dipsy Doodle podría ser otra melodía realmente definitiva. Pero no voy a elegir ninguno de ellos aunque os dejo enlaces a los tres. Me inclino finalmente por este irresistible y popular Harlem Congo  donde la batería de Chick suena con una claridad excepcional, casi imposible de encontrar en aquellas arcaicas grabaciones de los 30.

6 jul 2011

Contra viejos crooners en odres nuevos

Cuando uno piensa en un cantante masculino de jazz de raza blanca, le suelen venir a la memoria alguno de esos crooners impecablemente vestidos y triunfantes después de hacerse unas galas por Las Vegas. Un tópico. Un tópico alimentado desde la era del swing por el poderío de ciertas figuras legendarias: Big Crosby, Dean Martin, Andy Williams, Tony Bennett y por encima de todos “la Voz”, Frank Sinatra. Sí, también existen algún heterodoxo a lo Chet Baker  pero eso solo cuenta como excepción que confirma la regla. Lo malo es que el estereotipo no se ha renovado y hoy en día siguen proliferando, e incluso se han puesto otra vez de moda, los crooners a la vieja manera instalados en un confortable limbo musical. Me refiero a gente como Harry Connick Jr., Michael Bublé, Jamie Cullum o el el multilaureado y elogiado Kurt Elling
¿Son buenos? Sí, pero suenan a viejo. A viejo arcón musical. Suenan a algo ya pasado, gastado y polvoriento.  Tom Waits los conoce bien y les dio duro,  convertido en un irónico Satchmo, en este Straight  to the Top de su disco Frank´s Wild Years de 1987.

No, no es posible cantar jazz como si la música popular no hubiera existido en los últimos 50. Creo que hacerlo hoy en día es un anacronismo lamentable. Siempre hubo otras alternativas. El propio Tom Waits de los 70 es un claro ejemplo. Aquel muchacho que siempre quiso aparentar ser mayor exagerando hasta el límite su voz arrastrada como papel de lija y  que gustaba de vestirse como un vagabundo callejero y suburbial. Aquel muchacho diferente empeñado en convertirse en un Charles Bukowski lastimero y apocalíptico.

Pero hubo otros antes que él. En Francia, entre la chanson y el jazz estuvieron Boris Vian, Henri Salvador y ese hombre adorablemente feo pero imán irresistible para las mujeres hermosas llamado Serge Gainsbourg.

El, como los otros, entendió desde el principio que el verdadero jazz vocal estaba más cercano al cabaret que a lo que pudiera hacer un tipo relamido vestido de smoking cantando éxitos de Broadway en una gran sala de conciertos. Lo siento por el espléndido Rufus Wainrighto por la glorias "reswingeantes" llamadas Sting, Rod Stewart o Brian Ferry pero sin desmerecer su categoría creo que el jazz vocal puede y deba ser otra cosa. Quizás aquel antiguo  Fred Buscaglione (ver entrada) encontrara un camino, o un siempre moderno Nick Cave, o ese sarcástico tan peculiar llamado Randy Newman.

 Coda final para esa leyenda italiana, el indomable Paolo Conte, del que no me atrevo a poner otra canción que no sea ésta archiconocida maravilla que viene tan al pelo.


Son unos cuantos y muy buenos. ¿No cantan jazz? Es posible, eso lo dejo al criterio de cada cual, pero al menos hemos pasado un buen rato ¿o no?

Y la actuación estelar de:

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